"La infraestructura al primer plano" Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 21 noviembre de 2015

Después de compartir la misión argentina en Agritechnica de Hannover, de la que damos cuenta en las páginas centrales de este suplemento, partimos a los Países Bajos, invitados por la Dutch Water Autorities. 


La idea era echar una mirada sobre las obras de infraestructura que permitieron a millones de personas vivir y trabajar seguras en tierras ganadas al mar. Es un tema clave para la Argentina, donde el flagelo recurrente de las inundaciones -en particular en la provincia de Buenos Aires, pero extensivo a millones de hectáreas en todas las regiones productivas- revela errores en la planificación e inoperancia en la ejecución.


Vienen tiempos de cambio y la cuestión de la infraestructura pasa a primer plano. 
En estos días, Alberto Rodríguez, titular de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) detalló las necesidades de la agroindustria exportadora: acceso a puertos desde la red vial y ferroviaria, dragado de la hidrovía del Paraná a 38 pies, solución de graves problemas administrativos que agregan costos y quitan competitividad, necesidad de terminar con conflictos gremiales violentos que atentan contra bienes y personas, etc.

Sólo así se podrá dar curso al inexorable incremento de la producción, que sobrevendrá en cuanto el nuevo gobierno quite el pie de la puerta giratoria que trabó la Segunda Revolución de las Pampas.
Pero hay millones de hectáreas sometidas al capricho del agua.

Las lluvias torrenciales de los últimos días remarcan, nuevamente, que el cambio climático llegó para quedarse. Eso significa eventos meteorológicos más intensos, donde se acentuarán los clásicos ciclos de sequía con períodos de grandes lluvias e inundaciones. Ya no alcanza con la clásica apelación al pensamiento de Florentino Ameghino, que hace 150 años recomendaba “Obras de retención, no de desagüe”. Necesitamos de las dos. Es lo que hicieron los ingenieros de los Países Bajos.

Después de compartir la misión argentina en Agritechnica de Hannover, de la que damos cuenta en las páginas centrales de este suplemento, partimos a los Países Bajos, invitados por la Dutch Water Autorities. 


La idea era echar una mirada sobre las obras de infraestructura que permitieron a millones de personas vivir y trabajar seguras en tierras ganadas al mar. Es un tema clave para la Argentina, donde el flagelo recurrente de las inundaciones -en particular en la provincia de Buenos Aires, pero extensivo a millones de hectáreas en todas las regiones productivas- revela errores en la planificación e inoperancia en la ejecución.


Vienen tiempos de cambio y la cuestión de la infraestructura pasa a primer plano. 
En estos días, Alberto Rodríguez, titular de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) detalló las necesidades de la agroindustria exportadora: acceso a puertos desde la red vial y ferroviaria, dragado de la hidrovía del Paraná a 38 pies, solución de graves problemas administrativos que agregan costos y quitan competitividad, necesidad de terminar con conflictos gremiales violentos que atentan contra bienes y personas, etc.

Sólo así se podrá dar curso al inexorable incremento de la producción, que sobrevendrá en cuanto el nuevo gobierno quite el pie de la puerta giratoria que trabó la Segunda Revolución de las Pampas.
Pero hay millones de hectáreas sometidas al capricho del agua.

Las lluvias torrenciales de los últimos días remarcan, nuevamente, que el cambio climático llegó para quedarse. Eso significa eventos meteorológicos más intensos, donde se acentuarán los clásicos ciclos de sequía con períodos de grandes lluvias e inundaciones. Ya no alcanza con la clásica apelación al pensamiento de Florentino Ameghino, que hace 150 años recomendaba “Obras de retención, no de desagüe”. Necesitamos de las dos. Es lo que hicieron los ingenieros de los Países Bajos.


“Dios creó al mundo, pero a Holanda la crearon los holandeses”, es la muletilla con la que nos recibió, en el famoso dique Maeslantkering que protege a la ciudad y el puerto de Rotterdam, Peter Persoon. En toda el área (Hoek van Holland) hay miles de invernáculos y áreas de pastoreo, 9 metros bajo el nivel del mar. 


Albardones de protección, canales por todos lados, puentes, rutas, caminos. Al lado de cada grupo de invernáculos, se ven represas elevadas, con prominentes tubos que elevan el agua desde los canales. 

En los Países Bajos se han construido 3.700 kilómetros de albardones que, desde 1996 (no hace tanto) se monitorean por ley para garantizar la seguridad. Del lado del mar, han echado arena creando playas artificiales. Impresiona ver de un lado el mar, con dragas lanzando torrentes de agua con arena hacia la costa. 


Una larga duna ya cubierta de pasto y del otro lado, cae el terraplén hacia un camino, un canal, y cientos de hectáreas de praderas donde pastan vacas Holando.
Por supuesto que hay diferencias geográficas. Sabemos que nuestras pampas ofrecen la dificultad de la enorme superficie y baja pendiente. La problemática es distinta, pero la esencia es la misma: transformar tierras de bajísima productividad, en nuevas áreas fotosintéticas. 


En los últimos veinte años, irrumpió una nueva oleada de tecnología que permitió duplicar la productividad agrícola. Es decir, se duplicó el lucro cesante del statu quo. Se ordena el paisaje y se embellece.

Se podrían crear parques con especies de interés, tanto herbáceas como leñosas, potenciando la biodiversidad en armonía con el necesario objetivo de generar riqueza, empleo y entretenimiento.Así es en los Países Bajos, donde las áreas de recreación, con senderos para runners y bicisendas en los polders.

Los tiempos cambiaron. Podemos volver a soñar. 

 

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