"Llovió acá y se sintió en el mundo"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 23 de diciembre de 2017"

La cotización de la soja se replegó a nivel mundial por las precipitaciones en la Pampa Húmeda.

Si algo hacía falta para entender la importancia del complejo soja argentino en el concierto global, vale la pena mirar lo que ocurrió en los últimos días. Las lluvias en la pampa húmeda, aunque desparejas, permitieron reanudar la siembra y acomodaron bastante a los cultivos ya implantados, que venían padeciendo la falta de agua. Consecuencia: sensible caída de los precios en Chicago.

No hay ningún otro producto de la economía argentina que genere impacto alguno en el mercado internacional. Y no es un producto cualquiera: en los últimos veinte años, la soja se convirtió en el más dinámico de los commodities agrícolas a nivel global. Así como a veces llega la tormenta perfecta, en este caso nos tocó una lluvia continua de este maná que permitió que la Argentina se convirtiera en un país viable.

A pesar de todo lo que se fue por el caño por mala praxis, contar con demanda consistente para un producto que fluye de la mano del conocimiento chacarero, es una fortaleza envidiable.

Pero no se puede jugar con fuego. Un estudio recién salido del horno, elaborado por la Fundación Mediterránea, demuestra que el poder adquisitivo actual de la soja es el más bajo en quince años. Con el agravante de que el estudio contempló los precios vigentes a noviembre pasado, un 5% por encima de los actuales. La soja a menos de 350 dólares FOB, con retenciones del 30%, arroja números muy finitos.

Entre otras cosas esto explica la retracción de la demanda de bienes de capital (y de consumo) por parte de los productores. Es cierto que queda bastante soja almacenada en los silobolsas.

Los chacareros tienden a pensar que tienen bitcoins en los bolsones, y están en su derecho aunque a veces se equivoquen, como en estas últimas semanas. Pero la realidad es que no encuentran mayores razones para liquidar su moneda de ahorro. Están seguros de que se va a cumplir la reducción de los derechos de exportación, a un ritmo del 0,5% mensual a partir del enero próximo.

Lo ratificó el flamante Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Pero se sabe que en estas cuestiones la decisión no pasa por su área de incumbencias. Las grandes medidas que favorecieron al sector desde la llegada de la administración Macri fueron la salida del cepo y la unificación cambiaria, más la eliminación de las retenciones y restricciones a la exportación de maíz y trigo.

Al Ministerio le tocó la difícil tarea de dar la cara frente a las crisis regionales, conseguir algunos fondos para atender conflictos severos como el de la lechería y algunas frutas, y aliarse al sector azucarero para presionar a Energía con el tema del etanol.

Lo primero que debe esperarse, en consecuencia, es que Etchevehere logre contener el impulso recaudatorio, y sostener o mejorar el ritmo de caída de las retenciones. La tendencia es mala: esta misma semana el gobierno decidió aumentar los derechos de exportación del biodiésel (los llevó de cero a un 8%, lo que quita competitividad a toda la cadena).

Mal momento, porque con precios de la soja en baja, sacar de la cancha al biodiésel argentino significa más aceite en el mercado global ya sobre ofertado. Recordemos que hace quince días la India, el principal comprador, había subido el arancel de importación. Son dos mil millones de dólares en juego.

Más allá del juego macroeconómico, que es el que manda, a Agroindustria le quedan dos tareas fundamentales en la construcción de competitividad: la simplificación (leit motiv de Etchevehere) y la resolución de las tareas pendientes: ley de semillas y abaratamiento de insumos críticos como los fertilizantes. La buena noticia es que ambas están en agenda.

La otra buena noticia es la de siempre: llovió.

 

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