"Ahora vienen por el agua"

Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 15 de Abril de 2017

Las inundaciones se han convertido en una de esas tribulaciones de los argentinos que, por su recurrencia, generan una amarga sensación de inmovilismo. Y, sin embargo, se mueve, diría Galileo (la última vez que utilicé la famosa sentencia se la atribuí a Copérnico, así que aprovecho para disculparme y corregir, en ese orden).

 

Pero sí, se mueve. El titular del MinAgro Ricardo Buryaile fue en estos días a la zona crítica del oeste bonaerense, donde se juntó con los ministros y otras autoridades de las provincias involucradas (Córdoba, Buenos Aires, La Pampa) para evaluar la situación y poner manos a la obra. Después, en su despacho, avanzó junto con el subsecretario de Recursos Hídricos Pablo Bereciartúa, un profesional joven y de gran nivel que —entre otras cosas— tiene un vínculo de muchos años con los Países Bajos. Es decir, abreva en las fuentes.

 

Hace ya bastante tiempo, esta columna sugirió que había que tomar el ejemplo de “Netherlands”, que significa eso: países bajos. Tan bajos que buena parte de su territorio tiene cota negativa. Allí viven, y producen. La agricultura es uno de sus principales negocios. Siglos y siglos de ingeniería.

Amsterdam ya no es arrasada por el agua. Y desde sus polders abastecen al mundo de quesos de alto nivel, con sus vacas Holstein, sus tulipanes embellecen livings, restaurantes y hoteles en todo el mundo, y miles de hectáreas de invernáculos donde crecen toda clase de verduras. Entre ellas, las endivias que envidian.

 

Es cierto, la problemática del agua en la pampa húmeda es distinta. La pendiente es muy suave. La distancia a recorrer hasta el Paraná o el Atlántico es larga. El cauce de los ríos y arroyos es poco profundo. El recorrido está lleno de meandros. Pero lo que está en juego es de extraordinario valor. Convertir una hectárea inundable en una hectárea de alta productividad, con la tecnología disponible y la que viene en el pipeline, es un extraordinario evento de agregado de valor.

 

Pensar en grande implica transformar millones de hectáreas en un vergel holandés. Pero también entra en juego la cuestión del cambio climático. Hoy ya no es seguro producir donde hace tres décadas nadie imaginaba este cuadro. Que es antropomórfico, pero no por las razones que se esgrimen en estas playas.

 

No es la soja, ni la siembra directa, ni siquiera el desmonte. El deslizamiento del Chenque sobre Comodoro Rivadavia no parece tener mucha relación con los transgénicos y el glifosato. Sí, en tu cara, Patagonia árida. Comodoro Rivadavia nació con el petróleo, hace un siglo. El petróleo parece ahora empecinado en firmarle el acta de defunción.

 

Ayer mismo, el ciclón Cook (el más fuerte que se recuerde) azotó la isla norte de Nueva Zelandia, donde hay pasturas perennes con vacas lecheras y bosques. El gobierno pidió a los pobladores que acumularan vituallas para varios días. La semana pasada, otro inédito huracán había descargado su furia en Australia, arrasando ciudades costeras de la árida Queensland. Miles de evacuados. No es chiste.

 

En todos los casos, lo primero es proteger vidas y bienes, que en general se concentran en ciudades y pueblos. La buena noticia, ahora, es que se están destinando recursos pensando en la base productiva. La cuestión clave es no quedarse cortos.

 

Los mil millones de pesos comprometidos por el gobierno no alcanzan para otra cosa que para paliativos. Mientras el pensamiento “progresista” machaca con el ridículo "ahora vienen por el agua", en estas pampas dejamos que el agua arrase con la superficie fotosintética (actual y potencial) para ir, lentamente, a salinizarse en el mar.

 

Hagamos algo en el camino. Conducirla, aprovecharla. Pensar en grande. Muy en grande.

 

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