"Maíz: la clave, generar demanda". Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 2 de abril de 2016

La fuerte caída del maíz en Chicago el jueves, tras el esperado informe del USDA, convoca a un debate impostergable. El informe sorprendió con un aumento de 1,5 millones de hectáreas en la superficie a sembrarse en el corn belt, lo que significa unas 15 millones de toneladas más, sobre los ya holgados stocks de fin de campaña.

    

El maíz es, nada menos, que el producto más promisorio en estas pampas, a partir de las nuevas reglas inauguradas por la administración Macri. Sin retenciones ni restricciones, ni cepo cambiario, plena libertad comercial, con los exportadores pujando por cada camión con los procesadores locales, todos presagiamos un aluvión de maíz para la próxima campaña.

    

Tal pronóstico no cambia. Una merma del 5% como la que experimentó ahora no es suficiente como para que pierda competitividad respecto a la soja, que padecerá derechos de exportación del 25%. Vamos inexorablemente a 2 millones de hectáreas más de maíz, con enormes beneficios para la rotación y una canasta de productos más equilibrada. Eso significa más de 15 millones de toneladas adicionales. Conviene recordar que la Argentina es el segundo exportador mundial, detrás de los EEUU. Entre ambos exportan anualmente unas 70 millones de toneladas. Para el 2017 dispondrán de un 50% más…

   

Pero el problema no es el 2017, sino lo que vendrá después. Un viejo adagio del mercado libre remarca que el remedio para los bajos precios está, precisamente, en los bajos precios. Primero, porque quedan fuera de juego los menos eficientes. Segundo, porque se abren nuevas posibilidades de utilización. Se expanden los usos tradicionales y aparecen nuevos destinos. El mejor ejemplo es lo que ocurrió, en los últimos veinte años, con el empleo de maíz como fuente de energía renovable.

    

En los EEUU, uno de cada tres viajes de maíz termina en una cuba de fermentación, donde se convierte en etanol. La nafta contiene un 10% de etanol y el lobby de los farmers presiona para que se avance en el corte, proponiendo motores flex y el E85 (85% etanol).

    

En la Argentina empezamos, y ya vamos por el 12%, mitad proveniente del maíz y mitad de la caña. Pero lo que puede crecer fuerte es el maíz. Hay que armonizar la política de combustibles con Brasil, yendo rápidamente al 25% de etanol y los autos flex, que pueden andar con 100% alcohol.

    

Pero hay más. En EEUU, otra parte del etanol de maíz se utiliza como ETBE (etil ter butil éter), el oxigenante que sustituye al MTBE (metil ter butil éter), que a su vez había reemplazado al muy contaminante tetraetilo de plomo.

    

El MTBE también fue cuestionado por sus efectos sobre la salud humana, por lo que se decidió pasar a ETBE. Las plantas se adaptaron rápidamente, ya que pasaron de utilizar metanol (obtenido a partir del gas natural) a etanol de maíz.

    

En la Argentina, se sigue utilizando masivamente MTBE, a pesar de la ostensible escasez de gas. Es elaborado por YPF utilizando metanol de su propia planta. La petrolera estatal desde hace años viene haciendo esfuerzos por penetrar en el agro, con negocios de ida y vuelta. Sería interesante que YPF considere la alternativa de reconvertir la planta de MTBE a ETBE. No sólo pasaría de una fuente fósil a una renovable, sino que el metanol quedaría disponible para las plantas de biodiesel. Es el catalizador de la reacción de transesterificación, que convierte al aceite en combustible. Precisamente esta semana, la Argentina le ganó el Panel sobre biodiesel a la UE y podrá retomar las exportaciones a mediano plazo. Hay una enorme capacidad ociosa que podrá ponerse en marcha. Pero para ser competitivo, necesitará que YPF le provea el metanol a precios de mercado.

    

También esta semana, el gobierno reglamentó la plausible ley de generación eléctrica con fuentes renovables. Habría que incorporar al biogás, obtenido también del maíz (picado en planta entera), tomando el modelo alemán. Bingo.

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