"La República de la soja" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 02 enero 2015

Entramos en el último año de la era K. Todo el mundo económico piensa lo mismo y espera pacientemente el cambio de ciclo.

En el agro, se extiende la consigna: la próxima campaña se cosechará con otro gobierno. Pero también hay conciencia de lo difícil que será llegar al 2015. Mantenerse en pie es la otra consigna.

Los precios internacionales ya no disimulan la exacción vía retenciones que digieren no sólo la renta, sino el capital de trabajo y en muchos casos, parte del patrimonio. La confiscación se completa con el desdoblamiento cambiario, la insoportable presión fiscal, la no devolución del IVA, la imposibilidad de aplicar el ajuste por inflación en los balances y otras lindezas. Hay mucho trabajo por delante, para convencer a los futuros gobernantes, que ya prometieron aligerar algo de la carga.

Pero hay una muletilla que se repite peligrosamente: “vamos a eliminar las retenciones de todos los productos, menos de la soja”.

Hasta el Pro sostiene lo mismo, aunque con la aclaración de que se las irá reduciendo a un ritmo de 5 puntos por año. Sin embargo, este planteo viene de abril, cuando la soja estaba a 470 dólares, ya bastante por debajo de aquellos 550/600 del 2008/9. Fue cuando los Kirchner llevaron los derechos de exportación al 35%, capturando buena parte del excedente financiero del sector.

Más allá del significado directo de esta transferencia de ingresos del sector que había construido competitividad a base de tecnología, vale la pena analizar las consecuencias sobre las externalidades de la expansión productiva. Para ello, vale la pena reproducir unas líneas que nos envió esta semana el lector Carlos Chiavarini, un ingeniero agrónomo que trabaja para una empresa de certificación de calidad de soja, comentando nuestro editorial del sábado pasado: “Tengo que confesar que no soy para nada optimista respecto al año que se inicia, como es usted (leyendo este fin de semana en ‘Nochebuena en las rotondas’). Pero lo que quería contarle no tiene que ver con esto, sino con la soja (acá “el yuyo”), Michel Porter, los clusters y las colateralidades de los mismos (Porter dixit). La anécdota me ocurrió el martes 16 de diciembre de este año, a la noche, en Katueté (Paraguay) (Nota: lo desafío a que marque en un mapa, sin consultar al Google Earth, donde queda Katueté). Sentado en la baranda del restaurante del hotel veo acercarse hacia la barra a una persona con la camiseta alternativa de nuestro ‘archi rival’ Rosario Central (soy rosarino y leproso). Asombrado, escucho de una mesa cercana, a otra persona con una queja jocosa porque esta persona llevaba esta camiseta. A los minutos los tres estábamos cenando juntos. El de Central es un técnico de seguridad e higiene de Noble Agri quién estaba auditando plantas de la firma en esa zona de Paraguay; el que se quejó, profesor universitario de maquinaria agrícola, dando capacitaciones de cosechadoras y pulverizadoras para representantes y clientes de John Deere, y el que suscribe, auditando producción de soja sustentable. Es decir que tres tipos de una misma ciudad, en un lugar que es difícil de ubicar en el mapa, haciendo tres cosas distintas, todos unidos por las colateralidades que generan los clusters, y en nuestro caso, el de la soja. ¿Le interesará esto a nuestros grandes dirigentes? No lo creo, tampoco que les importe, desgraciadamente. Aun así, este fin de año levantaré mi copa, y con orgullo diré: ¡Viva la República de la Soja!”.

Queda poco por agregar a los conceptos de Chiavarini. La soja que se siembra en Paraguay es de genética argentina. En realidad, más del 50% de la soja que se siembra en el mundo hoy viene del trabajo de nuestros fitomejoradores, que incluso están penetrando en los Estados Unidos, con los genes de tolerancia a stress de Bioceres.

¡Sí, viva la República de la Soja!

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