"Cristina no quiere más trigo" Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural del 3 de Mayo 2014

Bueno, el gobierno definitivamente no quiere trigo. La presidenta quemó las naves, disipando en un solo soplido las tenues expectativas que había despertado la inminencia de algún anuncio.

Dado lo avanzada de la estación, los más optimistas esperábamos una reacción racional, impulsando la siembra a través de dos medidas cantadas: la apertura irrestricta de las exportaciones, y la eliminación de los derechos de exportación, convirtiéndolos en un anticipo del impuesto a las ganancias. Estas dos medidas, veníamos diciendo, debían complementarse con un acuerdo político con el sector. Era imposible pedir un acercamiento con la Mesa de Enlace, pero hay entidades como Argentrigo, que atraviesa a toda la cadena, con la que podía intentarse fogonear la siembra.

Si se alcanzase una superficie de 7 millones de hectáreas, que no es nada del otro mundo, la producción podría rozar las 20 millones de toneladas. Se generaría un volumen exportable de 13 millones, que a los precios actuales (en niveles muy atractivos por problemas climáticos y geopolíticos) significarían exportaciones por 3.500 millones de dólares en el 2015. Y que llegarían en el momento indicado: hacia fin de año, cuando caen los embarques del complejo sojero. Así, el gobierno evitaría caer en el lamentable papel de este verano, garroneando un puñado de dólares a los exportadores a cuenta de la futura cosecha.

Todo lo que anunció fue la apertura de una cuota de 500.000 toneladas de trigo, cuando están sobrando 2 millones. Y cayó en el ridículo con la devolución de las retenciones del fideicomiso que ideó el año pasado Guillermo Moreno, en otro intento por no pagar el costo político de eliminar los derechos de exportación. Al no hacerlo, la siembra fue magra y también la producción, por lo que el fondo recaudado fue insignificante.

Pero encima, hubo que escucharle una reseña de viejos clichés que, por su recurrencia, generan una amarga sensación de inmovilismo. Cristina Kirchner meneó nuevamente la teoría de que los productores son insensibles a los estímulos económicos. Es lo que se desprende de sus comentarios sobre lo sucedido en diferentes campañas, donde no hubo simetría entre el nivel de retenciones y el volumen de la cosecha.

La cuestión es sencilla. Los derechos de exportación, así como el desdoblamiento cambiario, deprimen la producción por menor uso de tecnología. El peor impacto de las retenciones es que alteran la relación insumo/producto: obligan a utilizar mayores cantidades de trigo, por ejemplo, para pagar una unidad de fertilizante. Entonces, se fertiliza menos. Y como un trigo mal nutrido rinde poco,  los productores de punta deciden finalmente no sembrarlo.

También alteran la relación trigo/tractor, trigo/sembradora, trigo/flete, etc. Entonces se deprime no solo la producción, sino toda la actividad del sector. Pruebas al canto: de no haber sido por la llegada salvadora de la orden de compra de Venezuela, hoy tendría a varias de las principales fábricas de maquinaria agrícola frente a instancias extremas.

La presidenta se explayó también sobre el impacto de las retenciones en los que operan en el down stream del maíz, citando a productores de pollos y feedloteros. Señora, esos sectores tienen el maíz más barato del mundo. Los vecinos de Chile exportan pollos y cerdos producidos con maíz argentino, por el que pagan precio internacional lleno. Si estos sectores tienen dificultades en la Argentina, no se originan en el precio del alimento sino en otros factores que inciden en todas las industrias. No es buena política compensarlos a costa del sacrificio de la producción de los básicos, haciendo que los segmentos que han construido competitividad se hagan cargo de problemas ajenos. Así, como ahora, perdemos todos.

 

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