La llegada de las lluvias. Editorial de Héctro Huergo

La llegada de las lluvias, bastante abarcadoras aunque con algunos agujeros
típicos de los años Niña, permitieron ratificar un concepto clave para la
Argentina: el mundo está pendiente de lo que ocurra en estas pampas.

La llegada de las lluvias, bastante abarcadoras aunque con algunos agujeros típicos de los años Niña, permitieron ratificar un concepto clave para la Argentina: el mundo está pendiente de lo que ocurra en estas pampas.

Una lectura mezquina haría centro en la “debilidad” de un país cuya evolución depende de las lluvias. Una visión más inteligente indagaría sobre los límites reales de un modelo de desarrollo basado en las ventajas competitivas desarrolladas para atender una demanda en crecimiento explosivo. Abrazamos esta teoría hace muchos años, cuando desde estas páginas remarcamos, semana tras semana, la oportunidad que significa la transición dietética de los pueblos más poblados del planeta, más el maravilloso descubrimiento de que el almidón de los cereales puede convertirse en una alternativa al petróleo.

Estos dos drivers impactaron decisivamente en los dos productos en los que se especializó la Argentina en los últimos treinta años: la soja y el maíz. Ambos forman parte de las raciones de todas las especies que proveen proteínas animales. No es el hambre en el mundo el motor de la demanda. Es el dinero de los asiáticos, que ahora pueden poner una patita de pollo sobre el plato de arroz. En China abre un Kentucky Fried Chicken cada 19 horas. Yum, la dueña de la franquicia (también de Pizza Hut) se convirtió en la empresa de food service más grande del mundo.

El pollo, el cerdo, la leche, la carne vacuna, son maíz y soja con valor agregado. El etanol compite por el maíz con todos ellos. El biodiésel es el destino del aceite, la parte de la soja que no va a alimentar a los animales.

Bueno, al mundo le hace falta el maíz y la soja de Sudamérica. Y en Sudamérica la cosecha va a ser menor a la que los mercados esperaban. Esto se empezó a expresar fuerte en Chicago ahora, cuando a pesar de las lluvias los precios siguieron subiendo, a medida que se blanqueaban las pérdidas. Argentina había apuntado a 30 millones de toneladas de maíz. Serán 20. Una pérdida de 10 millones de toneladas del segundo exportador mundial no es moco de pavo.

Ni lo serán las 6 a 8 millones de toneladas menos de soja respecto a lo esperado. Sobre todo porque a estas pérdidas hay que sumarles las de Brasil y Paraguay. Serán 10 millones menos que el récord del año pasado, cuando el mercado esperaba 5 más.

La gran pregunta es si los precios compensarán la pérdida de producción. La respuesta se conoció esta semana. La compensación no es lineal pero se arrima bastante. Igual, para las grandes cuentas nacionales, el tema es otro: se esperaba una gran cosecha, de 110 millones de toneladas, con los mismos precios del año pasado. Los precios habían caído un 20%. Ahora se recuperaron un 10%, así que el panorama es complicado: 20 millones de toneladas menos, con precios idealmente en los niveles del 2011, significarían unos 5.000 millones de dólares menos en exportaciones.

Y aquí vendrá lo paradójico. La caída de los embarques agrícolas impactará en la composición de las exportaciones. Entonces, la visión ortodoxa, que abrazan economistas como la propia Ministra de Industria, mostrará porcentajes “plausibles”, porque las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) superarán a las MOA (agroindustriales). Este año estuvieron empardadas, pero colocando al biodiésel (que es 90% aceite de soja) como MOI. Si se lo ubica como MOA, que es lo correcto, éstas hubieron superado los 30.000 millones de dólares, contra 24.000 de las MOI.

Habrá que ver cómo explican lo que ocurrirá en el 2013, cuando una buena cosecha vuelva a poner las cosas en su lugar y las MOA, más los productos “primarios” como el maíz, recuperen los rindes de tendencia.

¿Dirán que la Argentina se está primarizando?

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