"Los sueños, sueños son, pero crecen" por Héctor Huergo en Clarín rural

Willy Villagra y Darío Genua comenzaron haciendo soja en 50 hectáreas prestadas. Ahora, manejan un fideicomiso de 20.000 hectáreas y van por más.

Empezaron hace diez años, cuando la crisis despedazaba las expectativas de los ahorristas que habían apostado a los plazos fijos en pesos o dólares. O hasta en bonos argentinos. Conocemos el final.

En aquel momento, dos emprendedores, por entonces muy jóvenes, Luis Guillermo “Willy” Villagra (25 años), administrador agrario, y Darío Genua (27), administrador de empresas, se asociaron para crear Openagro. La idea era canalizar recursos financieros hacia la producción agropecuaria. “Sentían” que sus compañeros de estudios, parientes y amigos necesitaban canalizar sus ahorros o excedentes financieros hacia actividades productivas, en moneda dura. Todo el país ya veía que el campo era una gran alternativa. La cuestión era cómo acceder.

Los entrevistamos en el 2006. Contaron entonces que en apenas cuatro años su “sueño de la vaca propia” (como titulamos la nota en Clarín Rural ) se había hecho realidad. La familia de Willy tiene campos en la localidad bonaerense de Trenque Lauquen, y el abuelo de Darío tuvo los suyos en el Norte. Y fue precisamente la mamá de Willy quién les dio el puntapié inicial al prestarles 50 hectáreas de su campo para que se larguen a producir.

“Fue importante porque arrancamos sin tener que pagar alquiler. Sembramos soja, nos fue muy bien, y ese mismo año compramos 30 vacas que trajimos del sur porque eran más baratas”, recordó Villagra. “La experiencia fue tan buena que al año siguiente (2002) ya teníamos primos, tíos y amigos, que entusiasmados por los resultados nos llamaban para ver como podían hacer para participar en nuestro proyecto”, recordó.

Y vino la expansión. Primero con el boca a boca, y después por distintos medios, la idea corrió como reguero de pólvora. El campo se había convertido en una enorme atracción. Openagro siguió creciendo hasta llegar, en la actualidad, a sembrar cerca de 20.000 hectáreas en distintas zonas productivas. Esto los cubre del riesgo climático. También explotan campos en Uruguay y tienen en mira un desarrollo en Colombia.

La apuesta se extendió a la ganadería de cría. Lo único que quedó en el camino fue un proyecto de tambo. La figura jurídica fue la del fideicomiso. En la actualidad participan del fideicomiso médicos, publicistas, arquitectos, abogados, escribanos y hasta deportistas de renombre. Accedieron a fondos del exterior. Aceptan desde pequeños ahorros hasta fondos de cierta envergadura. El monto de la inversión define el porcentaje de participación del fiduciante.El fideicomiso “Profid” está auditado por estudios jurídicos y contables de primera línea. “Solo en 2008/9 el fideicomiso dio poca rentabilidad. Después estuvimos siempre en niveles muy atractivos”, dice Willy.

La coyuntura es particularmente interesante. “Ahora el objetivo es tratar de captar plata argentina”, cuenta Darío. “Sabemos que muchas empresas que tienen excedentes de dinero no la pueden enviar a sus casas matrices ni volcar a la compra de dólares. También hay personas que disponen de dinero y que les interesa participar de este tipo de proyectos”.

Agrega que “apuntamos a pequeños, medianos y grandes inversores porque tenemos proyectos de distintos requerimientos de fondos y de distinta escala. Siempre nos gustó la idea de ser una empresa canalizadora de inversiones dentro del sector. Posicionarnos como “un banco de inversión agropecuario”.

Para el fideicomiso de siembra, la inversión mínima es de $50.000 y generalmente está destinado a pequeños y medianos ahorristas. El plazo mínimo de permanencia es de 1 año o 1 campaña agrícola. “Está muy atomizado, ya que tenemos muchísimos inversores que entran y salen cada año”, cuentan.

En el menú de opciones, la apuesta no es solo a sembrar en campo alquilado. Han descubierto una oportunidad: el desarrollo de nuevas zonas productivas, en especial a partir del riego. Tienen la mirada puesta en la provincia de Río Negro, la nueva Meca de la agricultura. Para ello crearon el proyecto “CH2OELE”, que sintetiza en una palabra el objetivo: agua en Choele Choel. “La idea -dice Willy Villagra- es armar un fondo grande, que contempla la compra de tierra para la instalación de sistemas de riego. El posicionamiento en tierras productivas es una excelente oportunidad de inversión pensando en el futuro”.

Los precios de los campos en la Pampa Húmeda han hasta cuadruplicado su valor al ritmo de la demanda mundial de granos y carnes. “Creemos que pasará lo mismo en esta zona -continúa Villagra-, como ha sucedido en el NOA y el NEA durante los últimos 15 años. Ahora es el turno del sur.” Ya están implementando el riego de cultivos extensivos como el maíz y la alfalfa, con destino final en la producción de carne.

Cuentan con contactos en la alta gastronomía europea, y aspiran a abastecer con carne de calidad. “Estamos iniciando un proyecto de carne Wagyu, la de mayor calidad y precio, que hasta ahora reciben de Australia”, cuenta Willy en voz baja. “Este es un proyecto independiente, y a largo plazo. Ya tenemos un rodeo con vacas y toros puros, produciendo embriones en Argentina y Uruguay. Tenemos mucha expectativa por este negocio, ya que en Australia un novillo puro se vende a 5.000 dólares”, destaca. Nadie puede producirlo a menor costo que la Argentina.

Y los sueños, sueños son, dijo Calderón de la Barca. Pero para los de Openagro, los sueños sirven cuando dejan de serlo.

Pioneros. Guillermo Villagra (izq.), Salvador Villagra y Darío Genua; apuestan a desarrollar nuevas zonas productivas.

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