"La bravata de la semana"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 13 de octubre de 2018
fuente: https://www.clarin.com/rural/bravata-semana_0_oU0CHrF6M.html
El dirigente sostuvo que “Argentina necesita con urgencia terminar con quienes saquean al país vendiendo productos primarios, en lugar de generar empleo produciendo y exportando trabajo argentino”.
Massa recorrió ayer la planta de de Dow Chemical en Bahía Blanca.
“Argentina necesita con urgencia terminar con quienes saquean al país vendiendo productos primarios, en lugar de generar empleo produciendo y exportando trabajo argentino”. La bravata fue lanzada por Sergio Massa, tras visitar la planta de Dow Chemical en Bahía Blanca. La dejo picando, como para intentar una disección meticulosa.
Dejemos de lado el tono innecesariamente agresivo y belicoso y vayamos al grano. Seguramente se refirió a los productores del campo, cuando dijo “Quienes saquean al país vendiendo productos primarios”. Dice el diccionario que el saqueo, también llamado pillaje, es la toma o el apoderamiento ilegítimo e indiscriminado de bienes ajenos: por la fuerza, como parte de una victoria política…Para el ex prominente funcionario K, los chacareros saquean al país cuando venden trigo, maíz, soja o carne. Señor, mientras usted habla, los productores están enterrando miles de millones de dólares, rescatados con mucho esfuerzo de las fauces voraces de la política, para regenerar el botín del que medran tantos parásitos. ¿O usted cree que los agricultores pampeanos son una tribu de recolectores, con todo el respeto que merecen los pueblos originarios, que sí trabajaban para procurarse su sustento?
El polémico tuit de Sergio Massa en su visita a Dow en Bahía Blanca.
Señor, la vaca no da la leche. Hay alguien que le da de comer a la vaca, alguien que la ordeña, que enfría la leche, que la transporta a la planta donde se pasteuriza, se homogeiniza, se envasa y se despacha al almacén. ¿Ha visto alguna vez un sachet de leche? Bueno, el sachet es de polietileno. Ese grumo blanco que a usted lo conmovió tanto cuando le mostraron cómo el gas se convertía en ese producto tan sofisticado.
Massa, el polietileno es el producto final de Dow. Sin embargo, es una simple materia prima en el proceso de la leche. El sachet cumple su misión cuando se llenó la última mamadera, y se tira (o se recicla). La leche le agrega valor al sachet.
Le cuento algo más. ¿Sabe usted cuál es el principal destino del polietileno que produce esa extraordinaria planta del polo petroquímico de Bahía Blanca? Seguramente ni se ocupó en preguntarlo. Le cuento: es para confeccionar silobolsas. Usted visitó la planta acompañado por la gobernadora de Tierra del Fuego. Ella debe saber que en su provincia está la mayor planta procesadora de plásticos por extrusión (Rio Chico), donde se producen silobolsas para todo el mundo.
El silobolsa es para almacenar granos, ¿recuerda? Un bolsón de esos se consume con el primer uso. Es la definición de insumo. Cuando usted mete 200 toneladas de maíz en un silobolsa, está haciendo lo mismo que con la leche en el sachet. El maíz le agrega valor al polietileno, que no tendría mercado si el “producto primario” no hubiera sido producido.
Sigamos. El polietileno es la fase final de un proceso que arrancó mucho antes, y que también requirió de las fábricas de Bahía Blanca. Por ejemplo, gasoil, producido en las refinerías que le agregan valor al petróleo patagónico. En la Argentina, el mayor consumidor de gasoil es el agro. Para sembrar, proteger los cultivos, cosecharlo y transportarlo.
Le digo más. El “saqueo” hubiera terminado con los suelos. Pero estos muchachos del campo saben, desde hace mucho, que para lograr una cosecha razonable hay que reponer los nutrientes. Algunos, más ambiciosos, van más allá de la reposición. Quieren rindes más altos cada vez. Esto es muy bueno para las fábricas del polo petroquímico, Massa. Al lado de Dow está Profértil, una planta que produce urea.
La urea es un fertilizante nitrogenado. Se construyó para exportar, aprovechando la abundancia de gas de los años 90. A todos les parecía bárbaro, porque íbamos a exportar productos industriales. Resulta que cuando la planta estuvo lista, los chacareros aprovecharon que el dólar que recibían por sus granos era el mismo que cuando compraban insumos. Entonces, se largaron a fertilizar. Consecuencia: en lugar de exportar urea, exportamos más trigo. ¿El país se primarizó?
Diría que no. El trigo le agregó valor a la urea. Por cada kilo de urea que el chacarero hundía en el lote, obtenía 10 kilos de trigo. Diez veces más viajes de camión a puerto, además del viaje de la urea al campo. Eso es empleo generado por los saqueadores.
Además del gasoil y el fertilizante, el campo tiene la costumbre de sembrar con máquinas. Argentina es líder mundial en siembra directa. Hay mucho empleo en las decenas de talleres que las diseñan y las fabrican. Hay laboratorios que producen biotecnología y agroquímicos, necesarios para protegerlos de las plagas. La peor es la ignorancia.
En la Argentina hay vida interior. Se respira aire fresco, semana tras semana, con los encuentros de jóvenes profesionales que irradian conocimiento, lo comparten como esta semana los chicos de Okandú, que como Santiago Lorenzatti han pasado por estas páginas. Es el país real, el que hizo que la Argentina sea todavía más viable que vivible.
Esos chicos, Massa, no se merecían su bravata.
"Una corriente de agua que abre surcos" Emprendimiento Hidropónico
Por Héctor Huergo en Clarín Rural del 29 de sptiembre de 2018
fuente:https://www.clarin.com/rural/corriente-agua-abre-surcos_0_7ZNEPC1J6.html
Sebastián Figuerón, el fundador de la empresa, luce orgulloso una de las plantas de lechugas frescas.
Agricultura urbana. Huertas verticales. Techos verdes. Todos los días nos sorprende alguna noticia convocante acerca de las nuevas propuestas para producir y distribuir alimentos. Desde la Casa Rosada, que abastece su gastronomía con las hortalizas producidas en el techo, hasta Whole Foods, la cadena de productos orgánicos adquirida recientemente por Amazon, que hace crecer la lechuga en sus propios locales.
Existe un boom de proyectos de hidroponía que atraen a fondos de inversión en todo el mundo. América del Norte, Asia y Medio Oriente lideran esas inversiones, con fines principalmente alimentarios y medicinales. Había que investigar el tema. A poco andar, alguien nos habló de un emprendimiento hidropónico grande en Uruguay, Verdeagua Hidroponia. “Es uno de los más antiguos y reconocidos de la región”, nos avisaron, y allá fuimos.
Verdeagua tiene su base productiva en Melilla, un punto estratégico de Montevideo, próximo al futuro Parque Agroalimentario. Allí está el invernáculo de 10.000 m2, importado de Francia, con todos los elementos y accesorios para un manejo inteligente (y a la vez sencillo y práctico) del agua y los nutrientes. Adentro, miles de bandejas generando el mosaico multicolor de una parafernalia de hortalizas de hoja, creciendo en un ambiente donde todo está bajo control: la temperatura, el flujo de agua, la luz. No hay un metro cuadrado sin aprovechar, las bandejas fluyen desde una esquina donde se siembran hasta las mesas donde permanecerán hasta la cosecha. De allí van a un galpón de acondicionamiento y empaque, de donde parten diariamente hacia las bocas de venta de Montevideo hasta Punta del Este.
Las hortalizas crecen en ambientes en los que está todo bajo control: temperatura, el flujo de agua y luz. No hay metro cuadrado sin aprovechar.
Todo empezó hace 20 años, de la mano de Sebastián Figuerón y Juan Herrera. Habían aprendido las bases de la producción hidropónica, y vieron que les brindaba la oportunidad de comercializar vegetales hidropónicos listos para consumir.
“De entrada notamos que éramos líderes en calidad, pero siempre nos faltó volumen. Nos pedían más y nos fuimos largando, con aportes de capital de inversores que se sumaron al proyecto. En los últimos años hemos iniciado un fuerte proceso de crecimiento de nuestra capacidad instalada. Comparado con 2016, hoy tenemos el doble de producción, y para 2019 esperamos triplicar nuestra producción actual”.
La cosecha crece juntos con la demanda lista para consumir.
Pruebas al canto: en un campo adyacente, un container espera con el segundo invernáculo, mientras una pala mecánica alista el terreno y lo deja nivelado para que el agua corra como corresponde.
El proceso de producción de Verdeagua consume un 90% menos de agua que la horticultura tradicional. “Estamos implementando un sistema de recolección y tratamiento del agua de lluvia para riego, y planeamos incorporar energía fotovoltaica para prácticamente independizarnos de la provisión de servicios públicos”, agrega Figuerón. Una pequeña represa, entre el galpón actual y el que viene, almacena el agua de lluvia.
El mayor crecimiento de la demanda les llegó por el lado de los vegetales listos para consumir. Su producto insignia se comercializa bajo la marca “Inspirada”, y consta de una selección de hojas de lechuga Salanova listas para consumir; lechuga común, rúcula y un topping que cambia según la presentación.
Comercializa su producción en Uruguay a través de una reconocida cadena de 12 supermercados boutique. Para alcanzar el nivel de calidad que exige esta cadena, trabajan exclusivamente con materias primas de producción propia. Quizá aquí radique una de las grandes ventajas competitivas de producir “sin suelo”: “Nuestro proceso 100% hidropónico y el posterior sanitizado aseguran la altísima calidad y la inocuidad de todos nuestros productos”. Los envases cuentan con un código QR “con lo que el consumidor puede acceder a la trazabilidad del proceso de producción de cada paquete que adquieren”, destaca Figuerón.
Control de procesos. Uno de los desafíos es formar recursos humanos.
La empresa se ha certificado en Uruguay como Empresa B. Son las que se caracterizan por tener un triple impacto, en desarrollo económico, social y protección del medio ambiente. “La empresa ofrece productos de la más alta calidad, con un gran proceso humano y de protección del medio ambiente de por medio”, comenta Diego Giay, uno de los argentinos que se incorporó a Verdeagua con la misión de escalar el negocio.
“El equipo de trabajo, que está compuesto en un 70% por mujeres, está muy comprometido e identificado con la empresa y eso lo demuestra el altísimo nivel de presentismo que tenemos, un hecho destacable en el ámbito rural”, agrega Giay, un joven abogado oriundo de Arrecifes que trabajó once años en el Estudio Marval y O’Farrel. Se especializó en Agronegocios, viajó a Estados Unidos y se enamoró de la hidroponía. Buscando qué hacer, conoció Verdeagua y…aquí está.
“Nuestra aspiración en el corto plazo es comercializar los productos en el Mercosur, y en el mediano plazo afianzarse como el líder regional en el diseño y operación de proyectos hidropónicos a escala comercial”, comenta Giay.
Uno de los mayores desafíos del sector es la formación de recursos humanos que puedan operar exitosamente proyectos a escala comercial. A diferencia de las huertas hogareñas y pequeños proyectos productivos, los proyectos a escala comercial tienen una curva de aprendizaje muy alta debido a las vicisitudes y complejidades propias de la escala, y de la diversidad de negocios que involucra: producción, comercialización y logística.
Verdeagua comercializa su producción en Uruguay a través de una cadena de 12 de supermercados boutique.
Otro de los grandes desafíos es la ausencia de capacidad instalada disponible, dado que la selección de proveedores y construcción de la infraestructura necesaria es un proceso que puede demorar años.
Iniciativas quegeneraninversiones
Entre las llamadas “startups” de alta tecnología en la agricultura, hay tres rubros infaltables: las aplicaciones para el manejo de Big Data, las propuestas de carnes sustitutas, y las huertas hidropónicas en todas sus variantes. Todas estas iniciativas están despertando interés dentro y fuera del sector, generando un interesante flujo de inversiones.
Hace veinte años, en una visita a la República Popular China, Clarín Rural visitó una imponente fábrica de lechuga. Un invernáculo de vidrio de cinco hectáreas, al lado de Shangai, donde solo trabajaban diez personas: un candiense, proveedor de la tecnología, y el resto chinos. Llamaba la atención el grado de automatización en un país que, en aquel momento, parecía que su ventaja competitiva era la amplia disponibilidad de mano de obra. Quizá por ellos nos haya parecido en aquel momento una curiosidad, antes que un planteo productivo realista.Pero los escenarios cambian. La tecnología del plástico permite levantar invernáculos mucho más económicos. Se sabe mucho más de nutrición y manejo para producir sin suelo. Los requisitos de un trabajo más humano, sin vivir agachados, un uso eficiente del agua y la superficie. Una menor necesidad de tratamientos de control de plagas, el avance de la genética, la búsqueda de maduración y productos uniformes. Unos cuantos argumentos como para pensar que la hidroponía tiene futuro. Al menos, en Uruguay ya tiene presente.
"Es la Soja estúpido"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 29 de septiembre de 2018
fuente:https://www.clarin.com/rural/soja-estupido_0_MJSsBVM9V.html
La producción de soja está estancada en la Argentina desde hace diez años y por la falta de un marco jurídico actualizado se demora la adopción de nuevas tecnologías
La sombra doliente de las retenciones vuelve a posarse sobre la pampa argentina. Cuando parecían digerirse los deletéreos efectos del regreso de los derechos de exportación, con el paliativo de que “por lo menos esta vez son para todos los sectores”, un artículo del proyecto de ley de Presupuesto 2019 puso nuevamente en tensión a las cadenas agroindustriales. Es el que faculta al Poder Ejecutivo a elevarlas hasta un 33%, “en caso de necesidad”, sin muchas especificaciones.
Quienes redactaron este artículo parecen ignorar lo elemental. Más allá de dejar expuesta la intención de seguir a los mordiscones (seguramente con el agro en primer lugar, porque, ya sabemos, es el botín más tentador), lo que los autores no perciben es el daño que agregan al funcionamiento del sector.
Se ve que no tienen idea de cómo operan los mercados, ya de por sí bastante volátiles. Pero una cosa es la volatilidad intrínseca del negocio, donde inciden desde los pronósticos meteorológicos en todo el mundo, hasta el humor de Trump y sus belicosos arrebatos. Y otra muy diferente es agregar la incertidumbre del manipuleo de los derechos de exportación.
Ya teníamos bastante con la incertidumbre cambiaria, que se puede arbitrar en los mercados del dólar futuro. El flamante titular del Banco Central fijó una banda de flotación, con epicentro en los 40 pesos y un ajuste del 3% mensual, lo que daba algún horizonte. Pero el agregado de esta suerte de retenciones ad libitum infecta a todo el sistema de coberturas con el virus de la discrecionalidad.
Vale la pena repasar dónde estamos parados. Esta semana hubo dos eventos de extraordinaria importancia: el lanzamiento de la campaña 2018/2019 en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, y el Seminario de Acsoja en la Bolsa de Comercio de Rosario. Los viví muy de adentro, y muy intensamente, porque me tocó moderar dos paneles cruciales, con actores de primera línea en la cadena de la soja, que es la madre de todas las batallas.
La soja, de la noche a la mañana, se había convertido en la abanderada de la Segunda Revolución de las Pampas. El uno a uno de la convertibilidad generó enormes dificultades de adaptación en el segmento de los productores. Pero desató una corriente fenomenal de tecnología y fue un enorme impulso a la inversión. Ahora había un solo dólar para todo lo que se compraba y para todo lo que se vendía. Era algo nuevo, porque antes entre retenciones y cambios múltiples, equipos e insumos se pagaban carísimos en términos del producto obtenido. La producción era defensiva, “extensiva”, se tendía a producir a base de tierra, el insumo que siempre estaba, pero cada vez más deteriorado.
Así, la Argentina pudo captar todos los atributos de la nueva tecnología, desde la genética en semillas hasta la mecanización, pasando por la protección y nutrición de los cultivos. La soja, que se había estancado en las 15 millones de toneladas, cantó las 40 apenas diez años después.Y siguió subiendo, por inercia y por la ayuda de buenos precios internacionales, cuando la crisis del 2002 llevó a aplicarle derechos de exportación. Primero, del 10%. Enseguida, el gobierno de Nestor Kirchner las llevó al 20. Luego, al 27, y al final de su mandato, al 35 para dejarle la mesa servida a su sucesora. El intento de las retenciones móviles fracasó, pero quedaron en el 35%.
La concepción del “yuyo” generó la imagen de que no pasaba nada, que igual la soja seguiría fluyendo. Como además había retenciones del 20% para el maíz y del 23% para el trigo, a los que se sumaban las restricciones a la exportación, la soja fue la única alternativa. Pero todo se estancó. El gobierno K había puesto el pie en la puerta giratoria y terminaría agonizando por falta de divisas.
La administración Macri cambió la tendencia. Liberó el tipo de cambio y eliminó las retenciones a los cereales. Y hubo una explosión. A la soja le prometieron una reducción. No pudieron cumplir. El estancamiento se hizo más evidente. Hace diez años que no podemos despegar de las 50 millones de toneladas. Grave para el principal producto exportable de la Argentina, que llegó a aportar más de 20.000 millones de dólares por año.
Y ahora no solo se insiste con la gabela, sino que se eliminó el diferencial arancelario del 3%, un pequeño premio al agregado de valor, pero suficiente para haber convertido a la Argentina en el primer proveedor mundial, con un extraordinario flujo de inversiones en plantas de crushing y puertos sobre el Paraná.
En el Seminario de Acsoja de la BCR el empresario Roberto Urquía mostró el impacto deletéreo sobre toda la cadena de esta decisión extemporánea. Hoy todos los países del mundo, desde los competidores en el rubro hasta los consumidores, han recibido un inesperado impulso a la idea de llevarse el trabajo a su casa. Destrucción sin nada a cambio, porque ni el gobierno ni los productores van a mejorar sus ingresos por esta medida, que el directivo de AGD llamó a rever de inmediato.
El estancamiento sojero tiene otra vertiente. Se ha erosionado patéticamente el mejoramiento genético. La falta de un sistema de protección de la propiedad intelectual determinó un estado de conflicto permanente entre obtentores y productores.
El tema viene de lejos, pero la administración Macri ya lleva tres años. El MinAgro, en manos de los productores, no ha exhibido avances sustanciales en un tema que está generando un creciente atraso y un enorme lucro cesante. El lucro cesante es la variable más difícil de medir. Pero la de efectos más devastadores.
Estamos estancados, y es la soja.
Wageningen, la "ganadrería circular"
Editorial del INg. Agr Héctor Huergo en Clarín Rural del 22 de septiembre de 2018
Fuente: https://www.clarin.com/rural/wageningen-ganaderia-circular_0_Ym3_OxJXF.html
Producción de biogás en un feedlot. El Establecimiento Los Corrales de Nicanor, ubicado a 30 kilómetros de Reconquista, Santa Fe está asociado a las boenergías.
El Diálogo sobre el Futuro de la Agricultura, que se realizó esta semana en la sede central de Bayer en Monheim (República Federal Alemana), no solo permitió conocer la visión de la compañía, apenas tres semanas después de haber finalizado la compleja operación de compra de Monsanto.
Los directivos de Bayer abrieron el juego, incluyendo una visita a la señera Universidad de Wageningen (en Países Bajos), un verdadero think tank en materia agrícola, que estaba celebrando sus primeros cien años de vida. Allí recibimos un baño de información sobre las tecnologías que vienen, desde la robotización de invernáculos hasta el fascinante mundo de los biomateriales.
Pero quizá el punto de mayor interés haya sido la presentación y posterior debate sobre la “ganadería circular”, un paradigma que se interpone entre dos relatos (“narrativas” fue el excelente y más sugerente término utilizado por la investigadora Hannah Van Jasken). Uno es el del productivismo, más próximo a nuestra visión. El otro, el de los consumidores que cuestionan la alimentación con proteínas animales, con argumentos ambientales y emocionales.
Los productivistas sostienen que el costo ambiental de la ganadería se reduce con un incremento de la eficiencia. Hannah le dio la razón. Pero remarcó que una ganadería de mayor productividad sigue consumiendo una gran cantidad de recursos (fundamentalmente hectáreas de tierra). Ha tomado fuerza el antagonismo “food vs. feed” (comida para los humanos vs comida para los animales), que no se resuelve con el hecho de que los avances de la ciencia hayan permitido mejorar la eficiencia de conversión.
Por el lado de los consumidores anti proteínas animales, la experta señaló que la humanidad se desarrolló sobre la base del su consumo, y que las dietas vegetarianas tienen limitantes nutricionales. Y observa que al mismo tiempo que crece la población vegana, también aumenta el consumo de carnes de todo tipo, lo que genera presión sobre los recursos.Entre ambos paradigmas, la investigadora de Wageningen instala el de la . “ganadería circular”. Incorpora la idea de la eficiencia en todo el proceso, desde la cría hasta el engorde. Pero también la alimentación con otros recursos, en particular los co-productos de la industria de fermentación. Mostró que la poderosa industria cervecera de Países Bajos ha contribuido de manera sustancial con la provisión de las heces de malta en la emblemática industria lechera holandesa. Lo mismo con el afrechillo de la molienda de trigo, y los deshechos de la remolacha y productos hortícolas. Esto implica la solución de un problema de efluentes, valorizándolos a través de la cadena de proteínas animales
Incluyó en esta ganadería circular la captura de los efluentes, tanto para reducir la contaminación por nitratos y fósforo. La producción de bioenergía y el riego con el sustrato rico en minerales que queda luego de la fermentación de la bosta han tomado un enorme protagonismo. El círculo se cierra con la utilización de subproductos de la industria ganadera en otras actividades.
La buena noticia es que en la Argentina, casi sin darnos cuenta, ingresamos en la era de la ganadería circular. Ya lo hemos remarcado en estas páginas: el cluster etanolero del centro de Córdoba no solo significó una mejora para el precio del maíz en la región, absorbiendo el flete a puerto. También está dando lugar a un encadenamiento productivo que reúne todos los atributos de la eficiencia tecnológica y ambiental. Quizá sea el momento de pensar en ponerle un sello distintivo a todo este desarrollo virtuoso, agregándole a la tradicional calidad de nuestra carne el certificado de calidad ambiental.
" Y sin embargo, se mueve"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 15 de septiembre de 2018
Fuente: https://www.clarin.com/rural/embargo-mueve_0_rk59ETFOQ.html
Mientras el ruido urbano se afana por ocupar las primeras planas, el agro da muestras de querer digerir lo mejor posible las malas nuevas de la semana pasada, cuando volvieron las retenciones. El gobierno hizo lo suyo: el Presidente Mauricio Macri abrió, el jueves, un importante evento de Confederaciones Rurales Argentinas, la entidad que había criticado con más énfasis la temida gabela.
El gesto se valoró, por la sinceridad al reiterar que lo considera un mal impuesto, y sobre todo porque insistió en que es transitorio. Aunque ya sabemos, “todo lo que va mal, empeora”. Ojalá que esta vez no. Así parecen sentirlo los que siguen apostando, que son muchos, según pudimos percibir esta semana pródiga en noticias y eventos.
Al exitoso simposio “Valor Ganadero” de la semana anterior –organizado por ACA en Rosario--, le sucedió el Congreso Panamericano de Lechería, celebrado en Buenos Aires bajo la presidencia de Daniel Pelegrina, titular de la Sociedad Rural Argentina y reelecto para conducir la Fepale. La lechería la está pasando mal en todo el mundo (y quizá peor en nuestro país). Pero desde sus entrañas va surgiendo un potente viento de cambio. Todo se está remodelando, desde los sistemas de producción de leche, hasta la reestructuración de la industria y el comercio de lácteos.
Hace 25 años exactos, acompañé al CREA Lincoln en una gira por EEUU y Gran Bretaña. Parecía que los sistemas no eran compatibles con nuestro modelo esencialmente pastoril y con una profunda impronta neozelandesa del “De pasto a leche” de Campbell Mc Meekan. Bueno, esta semana Adecoagro comenzó a ordeñar en su nuevo tambo, el tercero. Ya hay más de 7000 vacas bajo galpones “free stall” y el proyecto es duplicar en un par de años. Bajo condiciones de confort, esas vacas expresan todo su potencial y promedian casi 40 litros por día. La empresa, esta misma semana, informó a sus accionistas que había pasado una oferta por dos plantas de SanCor, en Chivilcoy y Morteros, donde quiere industrializar su producción de casi 300.000 litros diarios. El CEO Mariano Bosch recibió el martes un Diploma de la fundación Konex.
Mientras tanto, en Villa María, el motivador José Iacchetta completó una nueva gira lechera. Ya hay más de 50 tambos estabulados en el país. Un poco más abajo, en Coronel Moldes, la familia Brito mostró exultante cómo sacaba del container el robot de ordeñe que corona su tambo-quesería en una esquina de campo. Comprará todo el alimento, porque tierra propia no tiene. Pero sabe que cerca de allí hay excelente fardo de alfalfa, mucho maíz y burlanda.
Muy cerca de allí está Bio4, que ya no es una planta de etanol sino un parque agroindustrial integrado. Ayer mismo su hermana Bioeléctrica inauguró un nuevo biodigestor, con la mismísima presencia del presidente Macri, que le va a permitir duplicar la generación eléctrica, pasando de 1,2 a 2,4 MWh. La materia prima son los efluentes de feedlots, criaderos de cerdos y tambos.
Acabamos de ver en Tulare (California) la planta de etanol de Calgreen, que recibe la bosta de un tambo de 1200 vacas, le manda WDGS y por cañería el fertilizante líquido que sale por la cola del biodigestor. ACABio en Villa María va en la misma dirección. Al igual que Calgreen, también recupera el CO2 de la fermentación del maíz y lo envasa para abastecer a los proveedores de gas carbónico para las bebidas efervescentes. Antes eso se hacía con gas de petróleo. Onda verde… Y también onda verde esta semana con el biodiesel. CARBIO, que agrupa a los exportadores del biocombustible, le hizo una oferta al gobierno para aumentar el corte proveyendo a bajo precio. Javier Iguacel, secretario de Energía, pareció recoger el guante el jueves, cuando anunció en Jonagro que iba a aumentar el corte del 10 al 20 o 25%. Eppur si muove.