"Oro verde y vaca viva"

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Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 07 de abril de 2018

El etanol que se produce en plantas como la de ACABio en Villa María permitió llegar a un corte del 12% en las naftas.

El centro de gravedad se trasladó al conflicto entre China y Estados Unidos, las amenazas de sanciones comerciales cruzadas pusieron en alerta al mundo agropecuario, con impactos inmediatos en los precios y una incertidumbre inevitable sobre el mediano plazo. De eso nos ocupamos en las páginas centrales de este suplemento.

Pero que el humo no tape algunas cosas que quedaron en segundo plano… Por ejemplo, el nuevo encuentro de la Mesa Forestal, encabezada por el propio presidente Mauricio Macri, esta vez en Misiones.

Más allá de la importancia específica de la mesa (con sólidos avances en el fomento a plantaciones forestales, los bitrenes, la construcción en madera, el impulso a inversiones en nuevas industrias), hubo un mensaje muy fuerte: la reunión se celebró en una recientemente inaugurada planta de generación eléctrica con chips de madera. Una foto que dice más que mil palabras y nos acerca a un nuevo paradigma del desarrollo.

El sábado pasado, en estas mismas páginas, recogíamos el impactante informe “Sky” que acababa de lanzar la Royal Dutch Shell, en la que prácticamente le firmaban el acta de defunción y enterraban al petróleo, con todos los honores. Pero nadie se muere en las vísperas.

El viejo y quizá obsoleto “oro negro” sigue seduciendo por su promesa económica, más allá de que la humanidad ha dado ya signos contundentes de que quiere ir a otra cosa. No vamos a ser más papistas que el Papa: oro negro y Vaca Muerta pueden ser una alternativa económica, pero no van a ser bien vistos a la hora de incluir la ecuación ambiental.

Proponemos Oro Verde y Vaca Viva. Lo bueno es que lo estamos haciendo. Pocos reflexionan sobre un hecho cotidiano: cada vez que llenamos el tanque con nafta, estamos poniendo un 12% de etanol. Esto sucede desde hace apenas dos años. Antes era un 10%, y hace cinco años, cero. 

Cuando cargamos gasoil, un 10% es biodiésel. Con todas las idas y vueltas, lo concreto es que los biocombustibles forman parte de una política de estado, no exenta de controversias, presiones, lobbies cruzados. Pero allí están.

Y se han convertido en la política ambiental más concreta y de mayor impacto hasta el presente. Estamos reduciendo emisiones de CO2. El balance del etanol arroja una reducción del 65%. En el biodiésel de nuestra soja, más todavía.

Desde el punto de vista económico, ha permitido sustituir importaciones de combustibles, que se habían empinado peligrosamente. La Argentina, a pesar de algunas ampliaciones, no cuenta con capacidad de refinación de petróleo suficiente para abastecer su consumo. No hay escala para instalar nuevas refinerías, muy costosas.

Los biocombustibles lo permitieron. Generaron descentralización, inversiones, y una mejora en la economía de los productores. Hoy en la cuenca etanolera de Córdoba (Río Cuarto, Villa María, Alejandro Roca) el precio del maíz se equiparó al FAS Rosario. Es decir, se generó un “puerto seco” en el interior, disolviendo el costo del flete al Paraná.

Y se combina con la “Vaca Viva”. Por cada metro cúbico de etanol que despachan estas plantas, sale una tonelada de burlanda, el co-producto de la fermentación del maíz. Toda la región cuenta con un recurso forrajero muy eficiente y económico, potenciando la producción de leche y carne. Alimento y energía, sin salir de casa.

Podemos ir a más. Subir el corte del etanol del 12 al 18%, para lo cual no hay impedimentos técnicos insalvables, significaría aumentar la demanda de maíz, un cereal en plena expansión. De no incrementar el consumo local, los excedentes se volcarían al mercado mundial, deprimiendo los precios. Sí, oro verde y Vaca Viva.