"La carne en el centro de la mesa"

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Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de junio de 2017


 

La visita de la jefa de Estado de la República Federal Alemana coronó un impresionante rally del presidente Mauricio Macri. En apenas un mes, Macri se entrevistó con Donald Trump, con quien almorzó en Washington. Pocos días después lo hacía con Xi Jinping, en Beijing. De allí saltó a Tokio, donde se encontró con el primer ministro Shinzo Abe y el mismísimo emperador Akihito.

Alta política. Tras una década y media de aislamiento jalonada por las permanentes malas noticias, la Argentina volvió al mundo. Los dos ejes de la estrategia oficial son las inversiones y la apertura o ampliación de las exportaciones. Y cuando este gobierno habla de exportaciones, está hablando de la agroindustria.

Macri no se cansa de mostrar su convencimiento de que la clave para el crecimiento y el desarrollo es impulsar al sector que ha sabido convertir sus ventajas naturales en ventajas competitivas, a través de la tecnología, la inversión y el entrelazamiento comercial.

Uno de los ejes del crecimiento (y del convencimiento del gobierno) es el de las proteínas animales. En particular, la carne vacuna, todavía hoy objeto del deseo de todo el mundo, a pesar del default por mérito propio. Macri le pidió a Trump más celeridad en la apertura del mercado estadounidense, atrás del cual vendrán otros. En China, pasó por el stand del IPCVA en el imponente SIAL, donde lo recibió un conjunto con lo más granado de la industria frigorífica exportadora. Los asiáticos son ya los principales clientes de toda la región. Con Merkel, también la carne estuvo en el centro de la mesa, cuando se habló del acuerdo Mercosur-UE.

Uruguay, en particular, se ha convertido en el gran referente. Con su política sanitaria transparente e implacable (no se puede mover una cabeza sin los papeles en regla) se han ganado la confianza de todo el mundo. Su sistema de trazabilidad funciona muy bien, y hay un solo standard sanitario y fiscal para lo que es consumo interno y exportación. El 70% de la carne uruguaya va a exportación. China en primer lugar, luego Estados Unidos (se abrió hace un par de años).

Uruguay, en particular, se ha convertido en el gran referente. Con su política sanitaria transparente e implacable (no se puede mover una cabeza sin los papeles en regla) se han ganado la confianza de todo el mundo. Su sistema de trazabilidad funciona muy bien, y hay un solo standard sanitario y fiscal para lo que es consumo interno y exportación. El 70% de la carne uruguaya va a exportación. China en primer lugar, luego Estados Unidos (se abrió hace un par de años).

Ahora hay una nueva oleada de inversiones globales en la industria frigorífica de la región. Hace diez años, las dos grandes compañías brasileñas, Marfrig y JBS, desembarcaron en Uruguay, Paraguay y Argentina. En nuestro país sufrieron los avatares de la política kirchnerista, que trabó como pudo las exportaciones en nombre de “la mesa de los argentinos”. Ya sabemos: nos comimos los vientres, los tornos de la fábrica de carne. Pero la fuerza del producto y los mercados fue más grande. Llegaron los chinos. Primero, a Uruguay. Luego, a Argentina. Compraron varias plantas y hasta un feedlot que aún no comenzó a operar.

La semana pasada, una de las mayores compañías alimenticias del mundo, la japonesa NHFoods, se hizo cargo del BPU, el frigorífico más moderno de Uruguay. Ubicado en Durazno, en el corazón de la Banda Oriental, NHF pagó 130 millones de dólares por una joya cincelada por el inglés Terence Johnson, que antes había pasado por el ABP de Hughes, hoy de la china Foresun.

Pero si algo da idea de la velocidad y fuerza del proceso que estamos viviendo, fue lo que acaba de suceder con los activos de JBS en la región. La empresa brasileña, jaqueada por el escándalo de las coimas que sus propietarios, los hermanos Batista, reconocieron haber pagado a los gobiernos de Lula, Dilma y Temer, tuvo que desprenderse de sus plantas en Argentina, Uruguay y Paraguay. En una sorpresiva operación, las compró otro gigante brasileño, el grupo Minerva. Que ya contaba con plantas en Uruguay y Paraguay, pero no en la Argentina. Desde ahora, es la nueva dueña del Swift, nada menos.