"Una respuesta de manual"

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Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 25 de Marzo de 2017

Mientras resonaban con fuerza los ecos de una Expoagro impresionante, con cifras de ventas por más de 20.000 millones de pesos, la poderosa CIARA-CEC (Cámara de la Industria Aceitera y Centro de Exportadores de Cereales) anunciaba una nueva oleada de inversiones en plantas de crushing, puertos e infraestructura. Unos 1700 millones de dólares entre 2016/17, según informó el titular de la entidad Alberto Rodríguez.

 

Si sumamos los dos segmentos (productores más industriales) son 3 mil millones de dólares, para abonar la teoría de que esto es algo más que “brotes verdes”. Suena un tanto gracioso recordar que en su visita a la Expo, Lilita Carrió –asumiendo su clásica postura de pitonisa—había augurado que “las inversiones llegarán en 2018, si ganamos las elecciones”.

 

Parece que los muchachos del campo y la agroindustria son menos pacientes. O más audaces. La cosa es que se están echando encima una cosecha imponente, la más grande de la historia, y se preparan para recuperar el terreno perdido en los años K.

 

El propio Rodríguez había mostrado la evolución de las inversiones de las empresas de la Cámara. Entre 2007 y 2015, cuando arreció el embate kirchnerista contra el sector, las inversiones totalizaron 1200 millones de dólares. Un ritmo de 200 millones anuales. Fue casi milagroso que se mantuviera ese flujo, casi todo concentrado en la zona de Timbúes, donde el dragado de la hidrovía (privado) habilitaba nuevos sitios para muelles y plantas de crushing.

Ahora, en un solo año, esa cifra se multiplica por ocho. Ya hablamos algo de esto la semana pasada, cuando relatamos el periplo del presidente Mauricio Macri el viernes de Expoagro. Había ido a Renova, en Timbúes, donde le anunciaron una ampliación del 50%, pasando de 20 a 30 mil toneladas diarias de molienda. Con esto se convertirá en la más grande del mundo.

 

Conviene recordar que el primer acto de Macri al asumir fue anunciar el levantamiento del cepo cambiario. Pudo hacerlo porque previamente había negociado con la agroindustria exportadora la liquidación anticipada de varios miles de millones de dólares, para respaldar lo que parecía una movida riesgosa. Fue un éxito resonante, el dólar no se disparó como vaticinaban algunos gurúes.

 

Al mismo tiempo, le anunciaba a los del campo el fin de las retenciones para trigo y maíz. Y prometía una reducción paulatina de las de la soja, a un ritmo de un 5% por año.

 

La respuesta fue de manual. Aumento de la superficie de trigo y maíz. Cosecha récord de ambos cereales. Mejora en rendimiento y sobre todo en la calidad de trigo por mayor fertilización. Aumento del rinde de maíz, por uso de los híbridos de máximo potencial y un excelente manejo nutricional. Ahora hacen falta más puertos, más metros de muelle, galerías de embarque de mayor capacidad, para hacer frente al aluvión maicero.

 

Y también es de manual la respuesta en la soja. La abanderada de la Segunda Revolución de las Pampas no creció, porque quedó relegada respecto a los cereales. Retenciones del 30% generan una brecha demasiado amplia, y eso no es bueno. La Argentina está regalando una porción del negocio a los competidores, porque los contrarios también juegan. El equilibrio llegará en cinco años, si es que las autoridades económicas se convencen de que no es buena política capturar la renta genuina, generada por competitividad, para financiar el gasto. Pareciera que las empresas de crushing, con esta nueva oleada de inversiones, se están anticipando a un cambio inexorable. Ojalá que acierten.