"Otra vez, la sombra doliente del agua"

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Editorial del Ing. Agr. Hëctor Huergo en Clarín Rural del 29 de octubre de 2016

La sombra doliente de la inundación en la llanura pampeana se ha convertido en una recurrencia pertinaz. La tarea de la hora es proteger vidas y salvar lo que se pueda, con especial énfasis en evitar que se inunden los pueblos. Ahí se privilegian, correctamente, los esfuerzos. La cuestión de fondo, mientras tanto, es analizar lo que está pasando. Y ver qué hacer, pensando en que están afectadas cientos de miles de hectáreas de alto potencial productivo.

   

El año pasado, cuando las aguas ensañaron en la cuenca del río Luján, hubo consecuencias políticas tremendas. La desidia e impotencia del gobierno bonaerense ausente, contrastó fuertemente con la foto de la por entonces candidata a gobernadora María Eugenia Vidal en botas de goma. Es probable que aquella imagen haya definido las elecciones. No solo en la provincia, sino en la Nación. Hoy, Vidal tiene en las manos un fierro al rojo que no se enfriará fácilmente. Pero el problema es tan grande que convoca a todo el mundo. Córdoba tiene saturadas las napas en las mejores zonas agrícolas. La Pampa está en litigio con Córdoba y Buenos Aires, con episodios de violencia inusitada.

  

En aquel momento, dijimos en estas páginas que había que recurrir a los ingenieros holandeses. Y allá fuimos. Son los que más experiencia tienen en esto de pelearle al agua: hace 500 años, cuando Amsterdam por enésima vez fue barrida por el desborde de los grandes ríos que la circundaban, dijeron basta. Construyeron Netherland, los Países Bajos, que hoy albergan a 17 millones de habitantes que, en buena parte, viven por debajo del nivel del mar. Sobre 4 millones de hectáreas de polders, producen prácticamente toda la comida que necesitan y les quedan hortalizas, quesos y flores para exportar a todo el mundo.

  

Con rápidos reflejos, la nueva administración bonaerense celebró un acuerdo con Países Bajos. Clarín Rural acompañó una visita al reino de Máxima. A los pocos días, el propio ministro de Agricultura nederlandés vino a la Argentina acompañado de los expertos. Se empezó a trabajar en serio.

   

La complejidad es enorme, porque la llanura pampeana es tremendamente extensa y, sobre todo, plana. Y la situación se agrava en el escenario de cambio climático que, con toda certeza, explican académicos como el dr. Vicente Barros. El científico asegura, con argumentos sólidos, que en esta región se expresan con particular virulencia las consecuencias del calentamiento global. Episodios extremos que parecen responder a algo más que un ciclo de grandes lluvias. Por eso en Clarín Rural nos ocupamos tanto de los biocombustibles: no solo constituyen un camino de valor agregado, sino que implican una contribución a la batalla global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

   

Si este es el escenario, hay que tomar el toro por las astas. Dejar de lado las muletillas estilo “Florentino Ameghino decía que había que hacer obras de retención, no de desagües”. Hay que hacer las dos cosas, y mucho más. Tampoco sirve culpar a la soja o a la siembra directa, porque evaporan menos que otras coberturas, ya sea pasturas o cereales de invierno y verano. Aquí y ahora, la cuestión es que llueve mucho más.

   

Tengamos además en cuenta otra cosa. El salto tecnológico de la agricultura, a nivel global y en la Argentina en particular, es gigantesco. Y viene un aluvión de nueva tecnología, con la agricultura de precisión, la conectividad, el big data, la inteligencia artificial, la robotización. En este contexto, lo que el país necesita son tierras. Nuevas tierras es imposible, porque mucho no hay y la presión de los ambientalistas trabará cualquier desarrollo posible. La ominosa penetración de la ideología de “los humedales” es una toalla mojada golpeando los riñones productivos de un país que necesita salir de la pobreza.

   

Entonces, lo primero es recuperar las tierras productivas. Estas pampas también se caracterizan por su resiliencia, así que esto va a suceder más pronto que tarde. Pero al mismo tiempo hay que pensar en la construcción de una nueva pampa húmeda. Barajar y dar de nuevo.