"Dale gas a la saga del maíz" Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 9 de abril de 2016

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El USDA dijo esta semana que en la próxima campaña la Argentina producirá 35 millones de toneladas de maíz. Es una gran noticia. Y encima, se queda corto. El aluvión está en marcha. Y esto recién empieza.

   

En el corto plazo, lo esencial es construir precio, operando con profesionalismo en los mercados de futuros. También abrir mercados y expandir los actuales. Pero la tarea fundamental, para productores y gobierno (en el contexto de las complicaciones macroeconómicas) es aprovechar el impulso y tomarlo como un nodo central en la saga de los bionegocios.

  

Toma la posta de la soja, vedette de los últimos 20 años, que todavía tiene mucho para dar.

  

Las externalidades positivas de este nuevo maná que lloverá sobre las pampas son apasionantes. Económicas, ambientales y sociales. La semana pasada saludábamos el incremento en 2 puntos del corte de la nafta con etanol, llegando al 12%.

    

El nuevo cupo fue asignado totalmente a la caña de azúcar, para atender la crisis que atraviesa esta actividad. Armonizando la política de combustibles con la de Brasil, ampliando a todo el Mercosur el uso de motores flex (que se fabrican en el país pero no están todavía homologados), podríamos incrementar el uso de maíz para etanol en 3 o 4 millones de toneladas.

Más etanol significa menos nafta, que hoy se importa por falta de capacidad de refinado. Lo mismo sucede con el biodiesel, que sustituye importaciones de gasoil. 

   

Entre los expertos del área energética hay consenso respecto de que es de dudosa viabilidad la construcción de nuevas refinerías de petróleo. Requieren inversiones enormes, y ni YPF ni otras petroleras están dispuestas a encararlas.

   

Por el contrario, hay 50% de capacidad ociosa en las plantas de biodiesel, con lo que la sustitución de importaciones de gasoil (para transporte y para generación eléctrica) es absolutamente viable.

    

Desde el punto de vista ambiental, ambos, etanol y biodiesel, no solo sustituyen importaciones, sino que también sustituyen combustibles fósiles. 

   

Es la primera contribución concreta de la Argentina -en términos masivos- al compromiso global de reducción de las emisiones de CO2 celebrado en diciembre pasado en la COP21 de París. 

   

Hay otros esfuerzos en marcha, con los proyectos de energía eólica y solar. Pero éstas no son por ahora aplicables al transporte ni a la producción agrícola, ya que su destino es la generación eléctrica. Y todavía no hay vehículos ni máquinas eléctricas.

   

Y ya que hablamos de generación eléctrica, volvamos al maíz y su potencial como fuente para la producción de biogás para generar electricidad. 

   

En Alemania, se siembran 2,7 millones de hectáreas de maíz, y se cosechan como grano solo 400.000. El resto, 2,3 millones de hectáreas, se destinan a ensilado de planta entera. De ellas, más de la mitad se convierte en electricidad en 8.000 plantas, entre grandes, medianas y pequeñas. 

   

Un conjunto de biodigestores fermentan el silo más la bosta del tambo, o de criaderos de cerdos. El biogás producido alimenta un conjunto de motogeneradores integrados a la grilla eléctrica.

   

Muchos tambos zafaron de la crisis estructural (por falta de escala y altos costos) reconvirtiéndose a biogás. Hoy la leche es apenas del 10% de su factura. Venden, fundamentalmente, kilovats verdes, para lo que reciben un valor que premia la externalidad ambiental de la sustitución del gas natural.

   

En Río Cuarto, varios accionistas de la empresa Bio4, la planta de etanol que inauguró la era del corte en la Argentina, constituyeron “Bioeléctrica”. 

El objetivo es instalar 60 plantas de 1 MW cada una en distintas localidades de la provincia y en el resto del país. Nuevamente, sustitución de energía fósil por renovable. 

  

Está claro que debemos darnos la posibilidad de un profundo debate acerca del nuevo paradigma energético.