La falacia del "desacople". Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 13 diciembre 2014

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El gobierno insiste con la teoría del “desacople”, que consiste en independizar los precios agrícolas internos respecto a los internacionales. Para ello, ya no le alcanza con las retenciones, cuyo objetivo prioritario es recaudar. Apela entonces al ardid de las trabas a la exportación, operado a través del perverso mecanismo de los ROEs.

Esto ha llevado a una brecha obscena entre el valor teórico de exportación, y el precio del mercado interno. En estos días recrudece la indignación por el caso del trigo, mientras el gobierno se regodea por las consecuencias colaterales del dislate: la semana pasada la Sociedad Rural Argentina se abrió de Argentrigo, la entidad que coordina a la cadena del sector. La polémica decisión fue celebrada por muchos productores, quizá sin advertir que CFK marcó otra muesca en la culata de su fusil anti-campo.

El argumento que subyace atrás de la teoría del desacople es el cuidado de “la mesa de los argentinos”. Hemos demostrado muchas veces su ineficacia, porque en realidad lo que se desacopla es el precio de los alimentos respecto de la materia prima. El trigo bajó un 35% en el mercado internacional, y hay además una brecha de 30/40% entre el FAS teórico y el precio del mercado. Muchos, los que pueden, utilizan el grano como forraje. Con el novillo a 16 pesos es una conversión más que interesante.

El mercado está también abarrotado de harina, con los molinos operando al 60%, porque también está trabada la exportación. Pero el pan sigue subiendo. Una muestra de época: el pan dulce costará esta Navidad un 30% más que el año pasado.

Pero hay un hecho que resalta, con gruesos trazos de evidencias, que la teoría se convirtió en una verdadera falacia. Es lo que sucede con los combustibles, con enorme impacto en el poder adquisitivo, pero que además atraviesan al agro desde varias direcciones.

El lector, del campo o la ciudad, habrá advertido ya que los combustibles siguen subiendo. Quien marca el ritmo es YPF. En los países normales, el precio de la nafta acompaña las oscilaciones del petróleo. En Estados Unidos, bajó de 2,80 el galón (0,77 dólares/litro), a 1,60 (0,44U$S/l). Casi la mitad. Lo mismo con el gasoil.

Pero hay más. Felizmente para el sector, ya las naftas se cortan con etanol. Esto significa nueva demanda para maíz: más de un millón de toneladas con las cinco plantas en operación. Y todas preparadas para expandirse. Sin embargo, el gobierno decidió “acoplar” el precio del etanol al precio del maíz, su materia prima. Por supuesto, no traslada este menor costo al precio de la nafta, lo que significa, lisa y llanamente, transferir ingresos de la cadena agroindustrial, al viejo mundo del petróleo. Para quienes piensan, con la mejor voluntad, que es una forma de capitalizar a la empresa estatal, conviene que recuerden que sólo una parte de YPF es del Estado, y que esta transferencia beneficia a otras empresas del rubro.

Por su puesto, en los EEUU el precio del etanol bajó al mismo ritmo que la nafta, a la que sustituye en un 10%. Como lo mismo sucedió con el maíz, frente al impacto de la mayor cosecha de la historia, las plantas de etanol están a full: la semana pasada se superó el récord de producción diario, con 982,000 barriles. El récord anterior era de 974.000 (www.ethanolproducer.com).

No es un dato menor. Con este ritmo, se digerirán 130 millones de toneladas de maíz, un tercio de la cosecha, lo que genera un soporte para los precios. El derrumbe se originó en el aumento esperado de los stocks finales, que pasaron de 15 a 40 millones de toneladas. Imaginemos lo que sucedería si esta industria no existiera. El derrumbe sería fatal.

Pero en la Argentina de hoy son pocos los que piensan estratégicamente. Ya es hora, entrando en la recta final de la era K.