"Es la soja estúpido..." Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 31 de mayo de 2014

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El acuerdo con el Club de París es un hecho relevante. Salvo algunos análisis tan rudimentarios como inevitables, que cuestionaron el reconocimiento de intereses en una deuda en default por más de una década, hubo un claro consenso favorable. Se cerró una de las heridas abiertas en la enorme crisis del 2002.

Hace ocho años, el 3 de enero del 2006, el gobierno de Néstor Kirchner decidió cancelar en un solo pago toda la deuda que el país mantenía con el FMI: 9.800 millones de dólares. En aquélla oportunidad, también muchos políticos y economistas cuestionaron la decisión, con distintos (y quizá válidos) argumentos. Nosotros simplemente dijimos: “es la soja, estúpido”.

Apenas cuatro años antes, la Argentina había decretado el default. Por entonces, la cosecha venía creciendo a un ritmo de 4 millones de toneladas por año. Con 20% de retenciones, y un tipo de cambio competitivo, las cuentas daban bien. No sólo crecía la soja, sino también el maíz, y el trigo se comportaba de manera razonable. La exportación de carnes aportaba lo suyo. Llegó la lluvia de dólares. Y la cancelación con el FMI. Había con qué, y punto.

Ahora es parecido. Es interesante ver que un ministro como Axel Kicillof puede ofrecer una fórmula de arreglo que claramente está relacionada con el ingreso futuro de divisas y la recomposición de las reservas del Banco Central.

Por eso quizá este acuerdo con el Club de París no sea la noticia de la semana, aunque así lo intentó instalar la propia presidenta. Hubo un hecho mucho más relevante pero con menos encanto popular: la reunión que mantuvo el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, con 350 empresarios de máximo nivel.

La reunión en sí mismo es todo un dato. Hasta hace seis meses, los empresarios eran vapuleados en fila india por funcionarios que no pasarán fácilmente al olvido, y lamentablemente más por su mala praxis que por sus payasescos modales. Ahora son convocados para recibir una explicación sobre el rumbo de la economía.

Pero más allá del hecho de la reunión, lo más jugoso fue el contenido. Fábrega brindó un pormenarizado panorama de la cuestión clave de las reservas. Y mostró que tiene muy claro el efecto de las liquidaciones de divisas agroindustriales. Desde febrero, cuando no había llegado la nueva cosecha y se había terminado la anterior, los exportadores de granos y sus productos derivados vienen liquidando 2.000 millones de dólares mensuales. Este flujo se va a mantener durante los próximos meses. El periodismo económico recita a coro que estamos en el pico de la cosecha y la cuestión es “cuando se termine la soja”. Fábrega parece seguro de que la cosa se mantendrá bastante pareja hasta fin de año. Tiene razón: los exportadores liquidan dólares a medida que los productores venden. Y los productores van a tener 54/55 millones de toneladas de soja, que por sí solas significan 25.000 millones de dólares.

Corolario: la macro argentina es agro dependiente. Nada de malo en ello, sólo que por alguna ignota razón a buena parte de la sociedad le duele reconocerlo.

Hay más noticias para este boletín. Esta semana el Senado aprobó por unanimidad (60 a favor y 2 abstenciones) la exención de impuestos al biodiesel. Pero además le redujo a la mitad los derechos de exportación. Racionalismo puro: se exportará menos aceite de soja crudo, apuntalando el precio e ingresando más dólares por embarques de biodiesel. Al mismo tiempo, habrá ahorro de divisas por menores importaciones de gasoil.

Estos golpes de timón llegan tarde. Hay un enorme lucro cesante. Quizá se hayan perdido 100 millones de toneladas de producción posible. Unos 40.000 millones de dólares. El Club de París hubiera sido una anécdota menor.