"Una Maratón de Inauguraciones" ed de Héctor Huergo en Clarín Rural

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La maratón de inauguraciones de esta semana por parte de la presidenta Cristina Kirchner, como parte de la campaña electoral, tuvo un común denominador: todas se refirieron al sector agroindustrial. Las que se anuncian para los próximos días, también.

Arrancó el martes en Chivilcoy, con el corte de cintas de una planta de SanCor. Una inversión de 20 millones de pesos para elaborar 300.000 litros de UHT. En el comunicado del MinAgro se remarcó el entramado de negocios de la cooperativa láctea con la República Popular China, a la que ya abastece de leche maternizada.

Al día siguiente, le tocó al rubro avícola: 100 millones para una nueva planta de Las Camelias, de la familia Marsó, en Gualeguay. Esta vez, el mismo MinAgro remarcó que el destino de los pollos es el mercado árabe, cuyo dinamismo impresiona.

El tercer evento fue el jueves, cuando Toyota hizo saltar la banca con el anuncio de una inversión de 800 millones de dólares para expandir la producción de la camioneta Hylux. Alguno dirá que esto no pertenece al rubro agroindustrial sino al automotriz. El propio titular de la empresa japonesa ha sostenido siempre que ellos se consideran una empresa de la cadena agroindustrial, porque aquí lo único que fabrican es camionetas. Las famosas 4x4 de los “piquetes de la abundancia” de la pelea por la 125. Y conviene recordar que la reactivación de la industria automotriz, después de la crisis del 2002, arrancó con el lanzamiento de la Hylux justo en el momento en el que llegaba la cosecha. Fue un boom que arrastró a toda la cadena.

Sí, es el agro. Es la agroindustria en el upstream y en el downstream lo que mueve la economía. Y podría moverla mucho más. Veamos.

Esta misma semana la industria dejó de moverse por algún rato como consecuencia de la crisis energética. Dicen que una tormenta impidió que amarrase el buque regasificador, y fue necesario racionar el abastecimiento de gas castigando a las industrias, para asegurar el consumo domiciliario. La cuestión energética sigue al rojo vivo. Y aquí la agroindustria podría dar respuestas impactantes.

Durante todo el 2013 el gasoil importado, puesto en refinería, estuvo más caro que el biodiesel nacional. Esta diferencia se acentuó en los últimos meses por la crisis en Siria. Ante esta situación, varios países están comprando biodiesel para sus mezclas, más allá de los mandatos de cortes obligatorios que emanan de sus legislaciones.

Pero lo insólito es que la Argentina, que ahora está incrementando sus exportaciones de biodiesel por esta razón, no puede aprovechar el momentum porque lo está gravando con el 41%, mientras el gasoil importado está exento. De no mediar esta situación, una parte sustancial del gasoil importado podría sustituirse con biodiesel producido en la Argentina, con el 100% de materia prima y mano de obra nacional. Y encima, sin considerar los impuestos, estaría bien por debajo del precio del gasoil importado.

A los bifes: puesto en refinería, el gasoil importado cuesta 870 dólares el metro cúbico. El biodiesel está a 730. Una diferencia de 160 dólares el metro cúbico. Se podrían colocar 200.000 m3 de bio para generación eléctrica. Otros tantos si se lleva el corte a 10% (está en el 7%) y 200.000 m3 adicionales para uso agrícola. Sumando, se ahorrarían casi 100 millones de dólares, pero además se evitaría erogar divisas al exterior por más de 500 millones de dólares.

Lo penoso es que en el proyecto de ley de presupuesto para el 2014, se insiste en mantener la desgravación del gasoil importado por un volumen de hasta 8,4 millones de metros cúbicos. Pero no se incluye un tratamiento similar para el biodiesel de fabricación nacional. Entonces, se compromete la sustitución de importaciones de gasoil, combustible fósil, por biodiesel, renovable y amigable con el medio ambiente. Estamos a tiempo.