Argentina se anotó un poroto

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12/01/13

La Argentina Verde y Competitiva se anotó un enorme poroto esta semana: Mark Lynas, un conocido activista inglés que a mediados de los 90 organizó los movimientos en contra de los alimentos transgénicos, dijo que hoy no sólo rechaza sus propios argumentos, sino que apoya y pide mayor difusión a esta tecnología.

Es fácil imaginar la sorpresa que provocó en círculos ambientalistas este giro copernicano del escritor y periodista británico, quien se presentó en la conferencia Oxford Farming. Allí se despachó a gusto para arrepentirse de sus acciones, un inusual gesto en un gremio no habituado a hacerse el harakiri, aun cuando las evidencias sentencian de muerte al panfleto fácil.

“Lamento haber iniciado el movimiento anti-transgénico a mediados de los 90, ya que con ello ayudé a demonizar una importante opción tecnológica que puede utilizarse en beneficio del medio ambiente”, indicó Lynas, tal como recoge ALT1040. El activista confesó que hasta 2008 no había realizado ningún tipo de investigación académica ni tampoco revisado documentación sobre biotecnología. Solo tenía lo que describió como un “entendimiento personal muy limitado” respecto del tema, asegurando que sus creencias acabaron siendo sólo mitos urbanos.

Mientras tanto, durante los quince años de activismo anti transgénicos, muchos países alentaron moratorias para la aprobación de nuevos eventos. La Argentina padeció las consecuencias de estas políticas, ya que al correrse el riesgo de trabas a las importaciones, se demoró la liberación al mercado de estas innovaciones. Durante bastante tiempo se siguió una “política espejo”, hasta que se optó por liberarse del corralito europeo y se retomó el ritmo de aprobaciones. Nunca sabremos a cuánto alcanzó el lucro cesante, ni mucho menos, el enorme daño intelectual. En la Argentina, periodistas y escritores repitieron con fluidez e ignorancia los argumentos de Lynas. Ojalá ahora lo sigan en su nueva visión.

El inglés arrepentido citó cuatro principales equivocaciones: “Supuse que (los transgénicos) aumentarían el uso de productos químicos. Resultó que para el algodón y el maíz se necesita menos insecticida”. Las páginas de Clarín Rural , y este columnista lapidado por los ambientalistas, lo sostuvieron desde mucho antes que el primer maíz Bt saliera de las gateras.

“Había asumido que los transgénicos sólo beneficiaban a las grandes empresas. Resultó que miles de millones de dólares en beneficios fueron obtenidos por pequeños agricultores”. (N de la R: bueno, voy a cobrarles a ellos las regalías, aliviando la pesada carga que le signifiqué a Monsanto todos estos años…) “Supuse que nadie quería transgénicos. En realidad ocurrió que el algodón Bt fue pirateado en la India y la soja en Brasil porque los agricultores estaban ansiosos por usarlos”.

“Asumí que los transgénicos eran peligrosos. Resultó que era más seguro y más preciso que el mejoramiento convencional mediante mutagénesis”.

El periodista finalizó su polémico discurso criticando a las organizaciones a las que antes se había asociado, como Greenpeace o U.K. Soil Association, asegurando que ambas se han empeñado en ignorar la evidencia científica sobre la seguridad y beneficios de los transgénicos, al tiempo que llamó a otros movimientos en contra de estos alimentos modificados a cesar las hostilidades.

“Ustedes tienen todo el derecho a opinar. Pero deben saber que a estas alturas no son apoyados por la ciencia. Estamos llegando a un punto de crisis, y por el bien de las personas y del planeta, ahora es el momento para que puedan salir del medio y dejar que el resto de nosotros continúe con el desarrollo de la alimentación mundial sostenible”, recoge la publicación. Y remató diciendo que hay más posibilidades de ser golpeados por un asteroide que afectados por un OGM.